Maritza Noemi Machado Velasquez cocina afuera el almuerzo para sus dos hijos usando fuego al aire libre en un albergue para migrantes a las afueras rurales de Tijuana.
La familia, cuyo trayecto desde Honduras fué peligroso – fueron secuestrados durante tres meses a cambio de un rescate, dijo ella – está cómoda en el albergue, donde tienen la esperanza de esperar hasta que puedan pedir asilo en los Estados Unidos.
Por qué esto importa
El Departamento de Estado otorga millones hacia el apoyo de migrantes desplazados y vulnerables a lo largo de México, donde la política de inmigración de Estados Unidos ha llevado a miles a esperar en el limbo en las ciudades fronterizas del norte.
Machado Velasquez es uno de alrededor de 1,200 migrantes en el Templo Embajadores de Jesús, uno de los albergues de migrantes con la capacidad más alta de Tijuana. El pastor Gustavo Banda Aceves convirtió su iglesia en albergue en el año 2016.
Banda Aceves y otros Tijuanenses han abierto sus espacios para albergar migrantes en camino hacia los Estados Unidos quienes de otra forma estarían en las calles mientras esperan, algunos durante meses o incluso años, para que Estados Unidos reabra su proceso de asilo. Estados Unidos le cerró las puertas a los buscadores de asilo en el 2020 bajo la política de salud conocida como título 42 de la era pandémica.
Como resultado, albergues como el de Banda Aceves que son destinados para cuidar a migrantes de manera temporal, ahora se encuentran albergando migrantes a largo plazo, una necesidad que algunos dicen están equipados pobremente para cumplir con sus recursos limitados, que incluyen poco apoyo de fuentes gubernamentales.

Y mientras que Estados Unidos gasta millones de dólares de ayuda humanitaria en México – $60 millones en el año fiscal 2021 – algunos líderes de albergues dicen que el apoyo no los está alcanzando. Cumplir con las necesidades básicas en el Templo Embajadores de Jesús continúa siendo un reto importante, dijo Banda Aceves.
Mientras tanto, los migrantes que han estado esperando durante meses o años para entrar a los Estados Unidos siguen esperando ahí, “con paciencia” dijo Machado Velasquez, preparandose para servir la comida para sus chicos.
Albergues enfrentan necesidades crecientes y apoyo elusivo
Al otro lado de la ciudad, la Casa del Migrante ha estado albergando migrantes durante más de tres décadas. El padre Pat Murphy, director del albergue, dijo que ha visto a Tijuana cambiar junto con los migrantes que vienen.
“En el 2016 había cinco albergues. En Tijuana hoy hay más de 30”, dijo Murphy. “Y muchos de ellos eran personas con buen corazón que solamente abrieron las puertas y no contaban con un plan a largo plazo”.
Tijuana se ha adaptado a una población migrante en crecimiento que vive en el limbo en la ciudad fronteriza a largo plazo mientras que las políticas de los Estados Unidos como el título 42 que afectan a la frontera han restringido el acceso al asilo.
Mientras tanto, la ayuda de Estados Unidos para México destinada específicamente hacia los migrantes en la frontera norte se ha disparado – de $1.4 millones en 2019 a más de $20 millones en 2020, según una base de datos en línea para ayuda extranjera. El año siguiente, el triple de esa cantidad fué otorgado para ayuda humanitaria en México en general, según oficiales federales.
Pero solo dos años más tarde, algunos albergues en Tijuana continúan luchando para cuidar de los migrantes que viven en los mismos de forma adecuada. Los líderes de los albergues dicen que el apoyo de organizaciones respaldadas por Estados Unidos y las agencias de gobierno mexicano no están cumpliendo con algunas de sus necesidades más básicas y urgentes.
Elogiada como ejemplo, la Casa del Migrante se ha apoyado en donaciones de individuos y becas de organizaciones internacionales para apoyar sus programas y expansiones a lo largo de los años. Con más que techo y comida, el albergue ofrece servicios médicos, legales, psicológicos y de empleo, programación para niños y una escuela para migrantes adultos en una locación cercana.
No obstante, el albergue ha visto poca ayuda de las agencias de gobierno en México, dijo Murphy. La ciudad de Tijuana ha ayudado a cubrir los cobros de servicio de agua para el albergue y donaciones de comida “de vez en cuando”, pero en general, desde que el presidente actual de México asumió el cargo, la ayuda para los albergues ha disminuido significativamente, según Murphy.
Durante la pandemia, la Casa del Migrante limitó su capacidad a 120, y hoy continúa topando su capacidad en ese nivel – algo que Murphy dice facilita proporcionar servicios de calidad.
El albergue también limita la estadía de los migrantes a 45 días. Después de eso, los migrantes tienen que mudarse o rentar algún lugar en Tijuana o continuar con su recorrido migratorio.
Sin embargo, otros albergues que surgieron durante los últimos años para cumplir con la creciente demanda de migrantes en la ciudad, han batallado para asegurar los servicios básicos.
“No había un plan de largo plazo para muchos de estos albergues, iglesias con buenas intenciones de abrir las puertas y ayudar. Y ahora están hasta el cuello, construyendo más edificios y lugares donde realmente no pueden cuidar de las personas que tienen”, dijo Murphy.
Oficiales de Estados Unidos dijeron que los $60 millones distribuidos en México en el año 2021 eran para asistencia humanitaria. Una porción de esos fondos benefició a migrantes en ciudades de la frontera norte incluyendo a Tijuana, aunque los oficiales no especificaron cuánto.


El Buró de Población, Refugiados y Migración del Departamento de Estado dijo en una declaración que el dinero ha financiado “apoyo para albergues, salud mental, apoyo psico-social, respuestas a la violencia basada en género, necesidades de protección infantil, agua, sanitización y actividades de salud, medios de vida y asistencia legal para buscadores de asilo, refugiados y migrantes vulnerables”.
Durante el año fiscal en curso, el departamento dijo que ya ha distribuido fondos adicionales para apoyar a albergues y las necesidades más básicas de los migrantes, las cuales incluyen “un enfoque en mejorar las condiciones de los albergues a lo largo de la frontera norte de México, incluyendo en Tijuana”, dijo un vocero del departamento.
En el año 2020, Estados Unidos canalizó $21 millones para financiar programas para migrantes en la frontera norte quienes fueron víctimas de trata y crímenes violentos, buscadores de asilo vulnerables o aquellos inscritos en el programa Migrant Protection Protocols, una política de inmigración de la administración Trump que requiere que aquellos que buscan asilo esperen en México mientras que su caso de inmigración en los Estados Unidos es procesado.
El programa, también conocido como “Permanecer en México” (Remain in Mexico en inglés), ha sido extendido bajo la administración de Biden, después de que un juez federal ordenara que se reinstalara el programa.
El salto en el financiamiento de Estados Unidos de 2019 a 2020 arribó el mismo año que la administración de Trump implementó el título 42 – cerrando efectivamente la frontera para los que buscan asilo, quienes normalmente tendrían el derecho de pedir protección en los Estados Unidos de persecución por raza, religión, nacionalidad, pertenencia a cierto grupo social u opinión política en sus países de origen.
El dinero que Estados Unidos distribuye para la asistencia humanitaria en México fluye a través de organizaciones no gubernamentales y organizaciones internacionales como International Organization for Migration, una agencia de las Naciones Unidas que ayuda a manejar la migración entre gobiernos y asiste a refugiados y a poblaciones desplazadas.
La agencia trabaja con 22 albergues de migrantes en Tijuana, liderando mejoras de infraestructura, entregando comida, productos de higiene personal, proporcionando “ewallets” o carteras electrónicas para que los albergues compren comida, y asesorando a los migrantes sobre riesgos de fraude y extorsión, desinformación sobre la frontera y requisitos para conseguir documentos de identidad en México.

“Yo creo que contribuimos, pero no es suficiente. Y no podemos cumplir con todas las necesidades que la situación migratoria tiene en Tijuana”, dijo Ana Paula Felix, coordinadora de la oficina de Tijuana para la International Organization for Migration.
Otras organizaciones de ayuda internacional proporcionan apoyo para los albergues de Tijuana a través de fondos y asociaciones con el gobierno de Estados Unidos.
Pero la marea de migrantes que se han quedado en Tijuana a largo plazo debido al título 42 y otras políticas, ha creado “una nueva era” para los albergues y una necesidad más grande en la ciudad que la que pueden cumplir esas agencias, dijo Enrique Lucero, director de asuntos migratorios en la ciudad de Tijuana.
Los migrantes que, antes de la pandemia y el título 42 se quedarían normalmente durante algunas semanas en la ciudad antes de entrar a los Estados Unidos, ahora se han quedado durante meses o años según Lucero.
“Eso es difícil para los albergues porque necesitan gastar más dinero”, dijo Lucero.
La ciudad de Tijuana trabaja con albergues para aliviar un poco la presión, incluyendo el descuento de recibos de agua y luz, proporcionando atención médica, comida y repartiendo donaciones de otras organizaciones, dijo Lucero.
“Nosotros intentamos apoyarlos en todo lo que piden”, dijo Lucero.
Pero la ciudad solo puede asistir a albergues con la documentación apropiada del gobierno, lo cual incluye varios permisos, estados financieros, comprobantes de residencia y representación legal. Menos de la mitad de todos los albergues de la ciudad cumplen con esos requisitos, dijo él.
El gobierno del estado de Baja California dijo que a los refugios les proporciona alimentos, artículos de limpieza, productos de higiene personal y mejoras de infraestructura, además de reducir ciertas facturas de servicios públicos para algunos refugios.
La necesidad más urgente en los albergues de Tijuana, según un vocero del secretario general de Baja California, es la “despresurización de estos espacios”, para dar una “atención digna e integral” que priorice a los niños.
Shant Dermegerditchian, líder de la oficina de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas que supervisa la frontera norte de México, dijo que apoyar a los albergues en tiempos donde los migrantes se quedan durante períodos más largos, ha sido cada vez más difícil.
“Tenemos que entender que los albergues son un lugar temporal. Ahora, con más personas moviéndose hacia las fronteras del norte, ciertamente la capacidad de estos albergues está siendo estirada justo ahora”, dijo Dermegerditchian. “Tijuana está casi al tope de su capacidad”.
La comisión ha limitado los fondos para apoyar a albergues, dijo Dermegerditchian, y debe poner en la balanza las necesidades de los albergues junto con otras necesidades humanitarias alrededor del mundo, como aquellas causadas por la guerra entre Ucrania y Rusia.
Pero más allá del apoyo financiero, los albergues a lo largo de la frontera México-Estados Unidos se beneficiarían de una solución a largo plazo que debería incluir claridad sobre cuándo y cómo los Estados Unidos abrirá su proceso de asilo, dijo Dermegerditchian.
“Una buena mayoría está en espera de esa información. Yo pienso que eso probablemente va a ser la mayor diferencia en las vidas de las personas”.
Los albergues luchan para cumplir con las necesidades básicas
En un cañón al oeste de Tijuana, el Templo Embajadores de Jesús se sitúa hacia el fin de un camino de tierra rocoso. Casas hechas usando llantas y materiales chatarra se enfilan en las orillas del cañón, enmarcando la iglesia rural convertida en mega albergue.
Banda Aceves dijo que el albergue recibe poco apoyo de las agencias gubernamentales en México, aparte de la distribución de alimentos que él dijo cae muy por debajo de la necesidad en su albergue de alta capacidad.

La mayoría de la ayuda que Banda Aceves recibe viene de una mezcla de grupos religiosos y organizaciones sin fines de lucro a los que él se refiere como amigos del albergue. Él dijo que no depende de la ayuda del gobierno.
“Toda la gente que manejamos albergues, sabemos que estamos solos y lo hacemos porque alguien lo tiene que hacer. Y sabemos que el gobierno no lo va a hacer”, dijo él en español.
Cientos de migrantes viven en el edificio principal del albergue, el cual tiene dos cuartos grandes que contienen docenas de literas acomodadas en filas pegadas a la pared. Niños pequeños se persiguen entre sí a través de los cuartos y juegan afuera en las orillas del cañón.
Banda Aceves dijo que su albergue, ahora desbordado con migrantes, no puede aceptar a más personas. Mientras que él ha visto a varias familias partir hacia los Estados Unidos, más familias – entre 20 y 50 por día dijo – llegaron rápidamente para tomar su lugar.
Muchos en el albergue Embajadores de Jesús son parte de familias con niños pequeños y madres embarazadas. Es común que los migrantes lleguen al albergue con casos de hepatitis o neumonía, dijo Banda Aceves.
“Es muy triste que haya gente en las calles y no queremos que pase eso con nuestra ciudad”, dijo él.
Neemie Jean Jacque se sienta al filo de su litera, parcialmente cubierta por una cobija que cuelga de la cama de arriba por privacidad.
Ella arribó a Tijuana con su esposo e hija hace ocho meses, dejando atrás la violencia rampante de pandillas de su país de origen Haití. Ellos, como muchos otros en el albergue, están a la espera de una oportunidad para pedir asilo en los Estados Unidos.
“Es muy peligroso. Nosotros no [tenemos] vida allá”, dijo Jean Jacque en español. “Era difícil”.
Jean Jacque, que está embarazada, dijo que vivir en el albergue también ha sido difícil.


Hay agua potable, pero no la suficiente para servir a todos en el albergue. En cambio, los residentes acarrean cubetas de agua llenadas con tanques situados afuera para usarlos en las regaderas, para vaciar los escusados y lavarse las manos.
Afuera, cocinas improvisadas están instaladas dentro de chozas de madera, donde algunos cocinan sobre un fuego abierto. Jean Jacque dijo que ella y su familia pasan días sin comer al no estar acostumbrados a la comida en México.
En otro albergue al otro lado de la ciudad, a cinco minutos de la frontera México-Estados Unidos, Lorena Carlos Santa Cruz se sienta pacientemente, con su hija retorciéndose sobre sus piernas.
Ella escuchó que otros migrantes en ese albergue, Movimiento Juventud 2000, serían admitidos a los Estados Unidos ese día así que corrió al albergue para ver si ella podría entrar también.
A pesar de que algunos migrantes se han marchado, más siguen arribando, y los cobros para mantener el edificio abierto – renta, electricidad, gas y teléfono – se han amontonado, dijo el director del albergue José María García Lara.
“No tenemos recurso económico para que nosotros podamos hacer uso para las necesidades más básicas”, dijo él.
García Lara dijo que las donaciones de comida y productos de higiene personal de organizaciones como Save the Children, World Central Kitchen y la UNICEF ayudan, pero a veces son poco fiables. La ayuda llega durante algunos meses y luego cesa durante meses antes de llegar de nuevo, dijo él.
Organizaciones con sede en los Estados Unidos también han ayudado al albergue – un ejemplo es la organización Border Angels de San Diego, una organización sin fines de lucro a favor de la inmigración.
En abril, cuando el Departamento de Seguridad Nacional predijo que hasta 18,000 migrantes pudieran estar arribando a la frontera sur de los Estados Unidos cada día cuando se levantara el título 42, las comunidades al norte incluyendo al Condado de San Diego, se apuraron para prepararse.

Pero al sur de la frontera en Tijuana, los albergues de migrantes tienen pocos recursos para ayudarlos a prepararse, dijo la directora ejecutiva de Border Angels Dulce García. Su organización sin fines de lucro apoya a 17 albergues de migrantes en Tijuana a través de donaciones.
“Es difícil decirles ‘tenemos 500 kits de higiene disponibles’ cuando ellos no cuentan con recursos”, dijo García.
Más recursos para los albergues podrían significar la diferencia entre “la vida y la muerte”, dijo García, añadiendo que ella ha escuchado reportes de abortos espontaneos, desnutrición en niños y muertes en algunos casos mientras los migrantes esperan en Tijuana para entrar a los Estados Unidos.
En cambio, la estrategia ha sido el racionamiento, dijo ella. Los albergues “intentan estirar lo más posible las pocas cosas que tienen”.
Las condiciones precarias de los albergues no han detenido a los migrantes, muchos de los cuales ya han esperado durante meses o años para pedir asilo en los Estados Unidos, de esperar aún más – incluyendo a Santa Cruz.
Después de enterarse que no le sería permitido cruzar la frontera ese día para pedir asilo con su familia, Santa Cruz se quedó para esperar, sin saber cuándo o cómo sería capaz de entrar a los Estados Unidos.
“Aún seguimos todos aquí toda mi familia en el albergue echandole ganas”, dijo ella a través de un mensaje de texto.
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